Por Unarqui Terco
Una columna sobre arquitectura en un medio de autos no es tan descabellado como usted se podría imaginar, más allá de que a muchos correligionarios de la profesión les obnubilen los adminículos movilizatorios de 4 gomas (a muchos arquitectos les gustan mucho los autos) existe una relación inexpugnable entre la arquitectura y el automóvil, toda vez que la primera se hace cargo que la segunda tenga un lugar en la forma que adoptamos para desenvolvernos posterior a la irrupción de la segunda en nuestro desarrollo como sociedad. Tan imbricado es este matrimonio que deberemos, al igual que al expresarnos en la pista, ir por marcha, y antes de meter primera dejaremos el régimen de motor sin carga adicional, dejaremos el sistema funcionando en su velocidad mínima sin peso adicional, en ralentí, en lo general, luego si les gusta esto, podremos avanzar con el resto de los cambios, ahí veremos si la cosa prende desarrollamos una Getrag 226 si no, nos quedamos en la del Falcon Futura de 3 marchas al volante. Vamos por partes como dijo Jack, iniciemos desde lo general a lo particular, hoy deambularemos por la irrupción del automóvil en la arquitectura, desde la ciudad hasta el estacionamiento, de forma general a fin de dar un marco mayor, un índice sin orden, una piscina donde nadar, una carretera por la que transitar.
Antes, un clásico, aquí, como en muchos lugares, aplican restricciones. No sé nada de autos, soy sólo un fanático entusiasta semi informado, de arquitectura entiendo más que de autos, tampoco tanto más, por lo mismo, advertencia, meta reversa si anda buscando academia o datos duros e investigación seria y letrada, esto es entretenerse leyendo (espero) que con la mitad de lo que me divierto escribiendo debería salir sobrando.
A lo nuestro, patada al freno, basta de divagar. Aunque pueda parecer trivial a primera oteada, ha dejado una marca profunda en nuestra forma de vivir, modificando irrevocablemente su devenir, mutó la manera de relacionarnos, nuestras ciudades, países, industrias, relaciones internacionales, guerras e incluso nuestro cuerpo, pero calma, vamos por engranajes que aún no pasamos ninguna ni pisamos nada, estamos, como dice al inicio, en ralentí. Circularemos por una radial más amplia y arranquemos desde la influencia del automóvil en la arquitectura. Desde su irrupción a principios del siglo XX, el auto no solo transformó la manera en que nos desplazamos, cambiando, por ejemplo, nuestra percepción de la distancia, sino que también reconfiguró el paisaje urbano de maneras insospechadas, desde la conexión entre ciudades o estados hasta la relación entre parientes, comercios, campo y ciudad hasta nuestras casas y la relación entre nosotros, éstas y los autos. En múltiples niveles el carro modificó el planeta y todo su contenido, unas para beneficio, otras, lamentablemente, tremendamente negativas y deberemos volver a encontrar este equilibrio si queremos que nuestro entretenido coche siga siendo parte fundamental de nuestra existencia.
Comencemos por observar cómo la llegada del automóvil impulsó la expansión de las ciudades. Las urbes, antaño compactas y caminables, comenzaron a extenderse hacia el extrarradio, facilitadas por la construcción de avenidas y carreteras. Este fenómeno no solo alteró la distribución de la población, sino que también impulsó un diseño arquitectónico enfocado en la funcionalidad del vehículo. También causó estragos en ciudades creadas con otros derroteros, las ciudades romanas fueron creadas para poder protegerlas de la invasión de diversos enemigos que llegaban a pie o en caballo (sólo 1 por persona), pero nada logró protegerlas del auto, en Roma por ejemplo el auto está por todos lados en todas direcciones, en la Toscana, casi no cabe. Esto se origina en que las ciudades, si bien vivas y en constante cambio, son lentas, o se mueven en otro ciclo, no son tan rápidas para asumir las aceleradas transformaciones generadas por la industria automotriz que en menos de 50 años generó la capacidad para producir hasta colapsar ciudades, proceso en que nos encantó con esta maravilla de la ingeniería que tanta sonrisa nos saca a los que la disfrutamos.




Antes de la integración del automóvil en la vida cotidiana los edificios de vivienda solían estar diseñados con un enfoque predominante en la accesibilidad peatonal y la proximidad a servicios básicos. Los espacios residenciales estaban típicamente ubicados cerca de áreas centrales o comerciales, facilitando así la movilidad a pie y promoviendo una comunidad más compacta y conectada. Con la popularización del automóvil, los diseños de edificios de vivienda comenzaron a adaptarse para incluir consideraciones específicas para los vehículos. Los desarrollos urbanos post-integración del automóvil frecuentemente incluyen estacionamientos dedicados, a menudo en niveles inferiores o subterráneos de los edificios. Este cambio ha permitido una mayor flexibilidad en la ubicación de las viviendas, extendiendo las opciones más allá de áreas densamente pobladas y facilitando la expansión urbana hacia suburbios y áreas periféricas.

A medida que los autos se convirtieron en un símbolo de estatus, surgieron edificios específicos destinados a ellos. Pensemos en los icónicos edificios de estacionamiento que se erigen como monumentos de la modernidad. Estas estructuras no son meros espacios para aparcar; son verdaderas obras de ingeniería, a menudo diseñadas con una estética que refleja la era del automóvil. En muchas ciudades, su presencia es casi tan relevante como la de las mismas viviendas, luego tuvimos la capacidad de enterrarlos y se ungieron como la nueva forma de fundar nuestras edificaciones haciendo que tengan un atractivo al desarrollo del negocio asociado a los bienes inmuebles, donde se puede rentar por separado de uno u otro haciendo que el subsuelo adquiera un valor que antes no existía.

Asimismo, no podemos pasar por alto la arquitectura comercial, que se adaptó a esta nueva realidad y vivió su expansión en conjunto y de manera absolutamente dependiente, los centros comerciales, por ejemplo, se construyeron por primera vez con amplios estacionamientos para atraer a los consumidores en las periferias de las ciudades de Estados Unidos. Esta relación simbiótica entre el auto y el espacio comercial es evidente, haciendo que la accesibilidad en 4 ruedas sea un criterio clave en el diseño de éstos, incluso cuando son (¿Erróneamente?) parte del tejido urbano como ocurre en nuestro terruño.
Sin embargo, la historia del automóvil no es solo de expansión. También ha generado reflexiones sobre la sostenibilidad y el diseño urbano. En la actualidad, muchas ciudades buscan equilibrar esta relación, replanteando el uso del espacio. El resurgimiento de la idea de “ciudad para las personas” nos invita a cuestionar la predominancia del vehículo y a repensar la integración de alternativas de transporte. Así, aunque el automóvil haya cambiado la arquitectura, también nos empuja hacia una búsqueda de nuevas formas de coexistir en nuestros entornos, donde en una distancia menor a la de los ejes de un Audi Quattro S1 E2 cohabitan, 2 peatones, 1 bicicleta, 3 autos, 1 bus y algunos niveles más abajo hasta un tren, cosa que el bueno de Benjamín nunca avizoró en su plan para Santiago en 1872 y ni hablar de lo que tenía en mente Vitrubio cuando redactó De Architectura.
Por todo esto, es evidente que la influencia del automóvil en la arquitectura es un tema que merece ser explorado. De la transformación de las calles a la creación de edificaciones que responden a las necesidades del usuario de auto, la relación entre ambos ha sido, sigue siendo y será (con transformaciones) un viaje lleno de matices. La innegable modificación de la humanidad generada por los autos y su correspondiente coletazo a la arquitectura es un tema que me parece edificante de desarrollar y a la vez gracioso de relatar en sus múltiples variaciones de tramos de revoluciones por lotes de sesenta segundos.